miércoles, 10 de junio de 2009

Templo de Loreto



Como el tesoro olvidado de un arquitecto de gran renombre, el Templo de Loreto lucha por sostenerse en pie para seguir mostrándonos su fastuoso interior, uno de los más sublimes de la Ciudad de México.

Localizado frente a la plaza del mismo nombre en la zona oriente del Centro Histórico, el Templo de Loreto nos recibe con una fachada austera bastante inclinada con respecto al nivel de la banqueta. La historia de este templo es antigua, sus primeros orígenes datan de finales del siglo XVII, cuando funcionaba como bautisterio del contiguo Templo de San Pedro y San Pablo albergando desde entonces la imagen de Nuestra Señora de Loreto traida desde Italia por el padre jesuita Juan B. Zappa. Tras la expulsión de la orden de los jesuitas y después de haber sufrido varias reformas, Manuel Tolsà, el Mass destacado de los arquitectos del periodo virreinal, recibió el encargo para proyectar un nuevo templo en el sitio. Tolsa propuso una gran cúpula esférica que remataría una planta en forma de cruz griega que recuerda los bocetos que Miguel Ángel tenía para la realización de su “templo ideal”. Después de algunos problemas con el conde Antonio de Bassoco, quien financiaría parte de la obra, Manuel Tolsa cedió la obra a su aprendiz Agustín Paz quien siguiendo el plan original de su maestro realizó algunas modificaciones como la ampliación de la nave central y algunos cambios en la fachada, empezando la construcción de este nuevo templo en 1809 a manos de el y del arquitecto Ignacio Castera concluyendo las obras el 22 de agosto de 1816. Desde entonces la obra ha enfrentado problemas de hundimientos que incluso motivaron al cierre del templo en 1832, autorizándose una nueva apertura 18 años después en 1850, pasando a finales del siglo XIX a custodia de los padres del Sagrado Corazón.

La puerta del Templo de Loreto es una sombra, una oscuridad que apenas deja ver al fondo los rayos de luz que bajan desde la cúpula. Al entrar una nave con bóveda de cañón austeramente ornamentada nos conduce al transepto, ahí sucede el choque, la conmoción interior, al entrar bajo esa cúpula el espacio adquiere dimensiones colosales, cinco capillas atraen nuestra atención como si se tratase de grandes minas que hubieran sido excavadas de una cantera, y que muestran rítmicamente contrastes de luces y sombras que dan gran dramatismo a este interior clásico de espíritu barroco que nos hace mirar hacia arriba y asombrarnos con la majestuosidad de un domo que es más bien una entrada al cielo.

En la plaza que preside este templo podemos observar otra obra de Manuel Tolsá, se trata de una fuente diseñada por este arquitecto para la glorieta donde actualmente se encuentra el Reloj Chino en el Paseo de Bucareli y que fue en 1929 fue traslada a esta plaza donde ahora se encuentra rodeada por bancas de piedra y un jardín, un jardín que espera una nueva primavera para esta zona del Centro Histórico, actualmente deprimida pero con un enorme potencial urbanístico y económico que puede tener como base la riqueza arquitectónica del lugar.

El Templo de Loreto lucha por sostenerse en pie para convertirse en la joya de la corona del rescate del Centro Histórico.

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